“Lontananza” de José Luis Díaz

Por Valentina Chaparro Alvirde

El segundo espacio está transformado, adiós miradas penetrantes, luces cálidas y susurros, en cambio, al ingresar me encuentro con la biblioteca de consulta, un espacio ameno y acogedor que me invita a hojear sus libros variados y conocer el arte al rededor del mundo. Pero esto no dura mucho, la sala contigua está bloqueada por una cortina negra, sin embargo, el sonido de una tenue cigarra aparece y se intensifica a medida que me acerco: traspaso la cortina, me instalo en la obra y una realidad alterna comienza a reproducirse.

El color negro de las paredes, junto con el limpio sonido de la cigarra así como las mismas cigarras exhibidas dan paso a la memoria de cualquier niño u adulto, admirando en una noche gélida las estrellas y la hermosa luna que sonríe mientras el cantar de miles de insectos inunda el silencio. Con la atmósfera recientemente creada me dirijo a las salas contiguas, en donde un registro fotográfico mantiene las apariencias, pinturas al oleo sostienen la memoria y una instalación multimedia se repite una y otra vez sin dar cabida a otro pensamiento más que el recuerdo sensible que perdura en la mente pero que en un mundo insensible se encuentra olvidado.

Lontananza se entiende cómo la parte más alejada de un lugar, no obstante, José Luis ha convertido un recuerdo lejano, una escena distante y una imagen distorsionada en un cercano estar que trae consigo la simplicidad e importancia que esto se merece. Es un zumbido de realidad que durante nuestro día a día es olvidado y silenciado por el sin fin de pensamientos actuales pero que en este cuarto negro no se puede escuchar nada más que la realidad aumentada: pon atención ¿qué es lo que escuchas?